¡Hola!
En la publicación de hoy me gustaría hablar del Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas (MCER) y del enfoque que adopta para la enseñanza de lenguas extranjeras. A su vez, también me gustaría reflexionar sobre su aplicación en dos sistemas educativos diferentes: el español y el británico.
El MCER es un documento que nace en el año 2001 y que busca establecer una base común para la enseñanza y el aprendizaje de lenguas extranjeras en toda Europa. De esta forma, se facilita la comunicación y el reconocimiento de titulaciones o certificados obtenidos en los estados miembros y, a su vez, se promueve la movilidad de estudiantes y trabajadores en Europa, el plurilingüismo, la diversidad cultural y el respeto a las demás culturas. Para ello, el MCER establece una serie de niveles y descriptores de referencia que miden el dominio alcanzado en la adquisición de una lengua:
El MCER tiene carácter integrador, transparente y coherente; y bajo ningún concepto se considera un documento dogmático, ya que no pretende decirles a los profesionales de la enseñanza qué métodos deben seguir en sus clases o qué objetivos deberían proponerse los estudiantes. No obstante, atendiendo a las características que definen al MCER, este decide apostar por el enfoque orientado a la acción, que considera a los estudiantes como miembros de la sociedad que necesitan la lengua para comunicarse en circunstancias reales. Por ello, la lengua se emplea como vehículo para llevar a cabo la comunicación y no como objeto de estudio en sí, y el principal objetivo del enfoque se centra en las necesidades comunicativas de los aprendices en la vida real.
Teniendo en cuenta esta breve descripción que acabo de hacer sobre el MCER y el enfoque orientado a la acción, me gustaría reflexionar un poco sobre mi experiencia como alumna y la aplicación de dicho enfoque.
Toda mi educación se llevó a cabo con el MCER ya implantado. Ahora bien, nunca fui consciente de ello. Es verdad que en la Secundaria o el Bachillerato no reparaba en estas cosas, pero una vez dentro del sistema universitario, tampoco noté que variase el enfoque adoptado en las clases de idiomas. A medida que voy aprendiendo y descubriendo más cosas sobre diferentes tipos de metodologías y enfoques, más me doy cuenta de lo poco y mal que me enseñaron. Me explico: tanto en la Secundaria como en el Bachillerato todos los docentes empleaban el método tradicional de enseñanza de idiomas basado en la gramática y la traducción. Con esto no estoy diciendo que este método no se pueda emplear en determinadas ocasiones, pero no debería ser el predominante. Además, la lengua vehicular no era el idioma extranjero, sino el español. Es verdad que de aquella (allá por el 2012 cuando terminé el Bachillerato) no se le daba la misma importancia que se le da hoy en día a las lenguas extranjeras, desde mi punto de vista, pero en cuanto entré en la carrera de Traducción e Interpretación y tuve clases de idiomas los dos primeros años, todo fue igual que en el instituto. Bueno, igual o incluso peor, ya que teníamos muchas más horas de clase solo de idiomas y nos dedicábamos simplemente a completar ejercicios de gramática. En ningún momento se nos plantearon situaciones comunicativas reales ni tratamos temas de actualidad y trabajamos sobre ellos. Así luego llegaron los problemas cuando en tercero tuvimos que emplear los idiomas de forma práctica, pero bueno, eso ya es otra historia.
Por lo tanto, dentro del sistema educativo español, mi experiencia con el aprendizaje de idiomas dejó mucho que desear. Ahora bien, en segundo de carrera tuve la posibilidad de irme de Erasmus a Inglaterra. Allí estuve un semestre en la Universidad de Liverpool y el cambio fue notable. Tenía cuatro horas semanales de alemán y otras cuatro de francés. ¿Cuántas horas pensáis que le dedicábamos a la gramática? Os diré que solo una. El resto de horas se centraban en el desarrollo de las skills desde un punto de vista totalmente práctico, generando debates en clase o haciendo actividades de role-play sobre algo relacionado con la actualidad o con alguna situación comunicativa real. El cambio de metodología fue brutal y supuso que tuviera que trabajar muchísimo más que en España. No obstante, los resultados fueron muy buenos y el aprendizaje significativamente mayor y más conectado con el mundo real.
Entiendo que preparar una clase siguiendo un enfoque orientado a la acción resulte mucho más complejo que simplemente seguir un libro y completar ejercicios, pero hoy en día el objetivo fundamental de una clase de idiomas debería ser que el alumno adquiera tanto los elementos lingüísticos como los extralingüísticos y sea capaz de participar en un intercambio comunicativo en la vida real. Por ello, en las clases se deberían tratar temas cotidianos enfocados siempre a la práctica y a desenvolverse de manera competente en situaciones reales. Creo que de esta forma, los alumnos estarían mucho más satisfechos, aprenderían más y mejor, y España podría dejar de estar a la cola en los informes internacionales.
Estoy deseando que llegue el momento de realizar las prácticas de este Máster para comprobar si el sistema sigue siendo igual de ineficaz que siempre o si ya se empieza a vislumbrar el ansiado cambio que todos queremos.
Si queréis, podéis dejarme en los comentarios cómo fue vuestra experiencia con el aprendizaje de idiomas a lo largo de vuestra vida y si creéis que el enfoque recomendado por el MCER se llevó a cabo o no.
¡Nos leemos en el próximo post!
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